jueves, 15 de diciembre de 2011

SABER ESPERAR

Me encantaría decir que sé esperar; pero no es cierto. Y creo que en la actualidad, hay muy pocas personas que saben. No se trata de dejar que pase el tiempo o de hacer otras cosas mientras se espera algo. No, eso es cambiar de actividad. Me refiero a esperar sin desesperarse, esperar en confianza. ¿Alguien sabe? Lo podemos observar en tantos sitios que a veces asusta. Estamos haciendo cola mientras esperamos en cualquier sitio y aparecen los nervios, la actividad por la actividad. Desde la cola del Inem, a la cola para que nos despachen en la frutería o en el banco. Antes, pensábamos que estar en esa fila era una pérdida de tiempo, de lo ocupados que nos creíamos. Ahora, empleamos el tiempo en cualquier cosa. Nos parapetamos detrás de los smartphones, de libros, cascos o lo que se nos ocurra. No sabemos estar quietos. El frenético ritmo de la vida no nos permite parar. Y lo que hagan los demás no nos importa demasiado. Pensemos por un momento la última vez que en el coche pensamos en la conducción. A veces ponemos el piloto automático y no vemos más allá de los 5 metros que nos rodean. ¿Por qué? Porque no sabemos esperar, estamos perdiendo la capacidad de sorprendernos, de mirar y de escuchar lo que nos rodea.

Esperamos desesperándonos. Parece que el ser adulto es hacer cosas y cuánto más importantes, mejor. Nos gusta sobrevalorarnos, que nuestra opinión sea tenida en cuenta, que se nos reconozca, que seamos puntos de referencia para los demás. Nos encanta ser el centro de atención. Nuestra vanidad puede llegar a cotas que, bien mirado, rallaría la excentricidad. Nos empeñamos y gastamos mucha energía en ello. ¿Merece la pena? Sinceramente, tengo mis dudas. Ser el primero es bueno; pero es una lucha constante. Desgasta, cansa y no sé si es realmente fructífero y productivo. Porque la ley de nuestra existencia es otra. Por mucho que algunos quieran aparentar eterna juventud, los años pasan. Ni la mejor cirugía puede evitarlo. Y como no sabemos esperar, nos desesperamos con las primeras arrugas, los primeros kilos de más, los primeros achaques. Estábamos tan ocupados haciendo cosas que los años a veces nos caen de golpe. "¿Ya han pasado 10 años?" "¿Ya he pasado la treintena?". Los jóvenes, sobre todo las chicas, se visten y se arreglan para aparentar tener más años. Y pasados esos años, lo harán para aparentar tener menos. ¿Paradoja o castigo? De cualquier forma, negocio para quien sabe satisfacer esas necesidades.

Esperar es estar en lo que te toca. Simple y llanamente. No adelantar acontecimientos. Disfrutar del momento presente, de lo que estás haciendo, sea algo simple como comerte un yogur o algo terriblemente complejo como una fórmula matemática. ¿Lo hacemos? Que se lo digan a los que esperan un mail importante, a los que tienen trabajo y sueñan con las vacaciones, o con el fin de semana. ¿Para qué esa huída hacia delante? Y cuando llegue ese momento ¿qué? Enfocar toda tu vida para un momento concreto puede resultar peligroso. Porque ¿qué pasa cuando el momento se vive, se recorre? Surge la gran pregunta ¿Y ahora qué? Y su respuesta es por lo menos desconcertante, como si te quitaran la tierra de debajo de los pies. No estoy diciendo que no tengamos ilusión, al contrario, sino que miremos el presente, que disfrutemos de este momento que nos toca, desde donde estamos. A pesar de la crisis. Que pongamos nuestras potencias en este momento. Si estamos leyendo, o escribiendo, que centremos la mente en ello. No en plan burbuja, sino que le saquemos el jugo al ahora. Si estamos en un atasco, no nos peleemos con los de alrededor. Ellos también querrían llegar pronto a su trabajo o a sus obligaciones o a sus casas. Por mucho que nos pongamos nerviosos, no vamos a hacer que desaparezcan los coches. Los que nos rodean no están puestos para fastidiarnos, vivimos con los demás, no a pesar de los demás. No podemos estar siempre a la defensiva, pensando mal del resto. Porque si lo hacemos, en cierta forma, estamos pidiendo permiso para vivir, estamos siendo dependientes de los demás para ser felices. ¡Wow! La frase anterior asusta en un mundo en el que todos queremos ser independientes. Pero es verdad, si estamos siempre a la defensiva dejamos la iniciativa a los demás, como esos equipos de fútbol que sólo saben jugar al contragolpe. Es arriesgado e inquietante. Estar pendiente de los demás, es dejar las riendas de tu vida, poner en manos de otro la felicidad y la oportunidad de vivir. Se puede ser dependiente; pero porque conscientemente, libremente lo eliges. Lo contrario sería como impuesto y sólo fomentaría sentimientos y vivencias negativas.

Saber esperar. Desde que nacemos, nuestra vida es un máster en gestión de la espera. Hasta los que se creen inmortales, tarde o temprano tendrán que dejar esta isla. Algunos para ir a la pura tierra, otros con la esperanza de seguir viviendo tras la puerta de la muerte. Produce inquietud ¿o no? Es lo único seguro que tenemos en esta vida. Y como si se tratase de una planta, tarde o temprano, empezaremos a recibir podas. Personas que nos dejarán. ¿Sabemos esperar esos momentos? Yo siempre que me encuentro en la tesitura de un duelo termino con la misma sensación ¿qué les digo? Porque diga lo que diga va a sonar a tópico, si es que se escucha.

Saber esperar no es no hacer nada, sino saber estar en cada momento. A veces es necesario no hacer nada. Parar y observar, revisar la contabilidad de nuestra vida, verla desde las alturas, desde un paso atrás y ver si caminamos como queremos o como podemos. Las cosas llevan su tiempo. Es una gran enseñanza. Ni Zamora se tomó en una hora, como dice el refrán, ni se puede hacer una paella en 3 minutos. La vida tiene su tiempo y todo lo que no sea el plazo previsto, puede ocasionar problemas. Basta con ir a una UCI neonatos para ser conscientes de ello. Por mucho que queramos correr, todo tiene su ritmo y eso está por encima de nuestros intereses.

Disfruta de este momento tal cual porque no se va a repetir. No hay segundas oportunidades. Ahora puedes aprender, este momento tiene un sentido y si lo pierdes, es como si abrieras una nuez y descubrieras que dentro no hay nada. Éste es tu tiempo, con sus características y circunstancias. ¿Lo sabes aprovechar?

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