Escuchando el discurso de Ana María Matute recibiendo el premio Cervantes, me llamó mucho la atención que preguntara por qué tenemos tanto miedo a la felicidad. Es curioso que eso lo diga una persona que ha vivido tantas cosas como Ana María Matute y no siempre buenas. ¿Tenemos miedo a la felicidad? Parece como si estuviéramos preparados para las cosas malas de la vida... pero para las buenas, parece que casi tuviéramos que pedir permiso para disfrutarlas. Es más fácil consolar que acompañar en la risa. Cuando las cosas van bien, tenemos miedo, estamos como expectantes para ver cuándo se pasará, cuando nos volteará la vida, dónde recibiremos el siguiente tortazo. Es como si tuviéramos el mal sentido, ese que nos dice que la felicidad no dura y que no nos hagamos ilusiones. Vemos a alguien riendo, disfrutando y pensamos que o bien es un pobre pardillo que no sabe lo que es la vida o bien tiene ese puntillo que da el alcohol y que hace que nos olvidemos de los malos tragos de la vida. Vamos, que pensamos que no puede ser real la felicidad, el sonreir en la vida. Y sin embargo, la anhelamos, la buscamos como si fuera una competición atlética. Nos atrae como si fuera un imán con el metal, pero nos asusta como a Superman la kriptonita. Tenemos una relación de amor odio con la felicidad, y más de odio que de amor con la de los demás. Nos cuesta alegrarnos porque los sentimos como competidores, aunque nada más lejos de la verdad. Podemos ser felices y tener gente alrededor feliz, de hecho creo que la felicidad crece si se comparte.
No tenemos que tener miedo a la felicidad, relajarnos y disfrutar lo que nos venga cada día. Hay muchos más momentos buenos que malos. Sólo es necesario que abramos los ojos a nuestro día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario