domingo, 3 de abril de 2011

Hay que ser...

La verdad es que me asombra la capacidad de sorprenderme que tienen últimamente los telediarios. Hace poco salía en las noticias que estaba habiendo un incremento de "pillería" en lo que se refiere a la devolución de regalos. Resulta que hay personas que el día 30 ò el 31 de diciembre se compraban trajes de fiesta; pero que pasada la Nochevieja los intentaban devolver poniendo excusas variopintas. Si sólo se devolvieran, bueno, forma parte de las cosas de los comercios. Lo que me sorprendía es que la gente los devolvía después de haberlos usado en las fiestas y con esa devolución pretendían estar divin@s de la muerte y ahorrarse después el dinero gastado. Y no se reducía al vestido, sino también a los bolsos y a los zapatos. Vamos, que porque les daría cierto pudor que fueran las medias o la ropa interior roja. Me parece mal... pero que encima intenten hacer la trampa mal, es que hay ser cutres. Devolver bolsos con las cajetillas de tabaco vacías, mecheros, haber limpiado las suelas de los zapatos o usar rotulador para pintarlas y que no se note el uso... vestidos con manchas en los sobacos o con olor a perfume... ¿Para qué? ¿Para aparentar por unas horas algo que no se es? ¿No es autoengaño? Me parece lamentable. ¿Y con qué cara miraran a las dependientas a la hora de devolver algo usado? No me extraña que algunos comercios, incluso los grandes, hayan prohibido la devolución en trajes de fiesta. ¿Merece la pena? No sé, no puedo imaginarme haciendo algo así. Si por la crisis no se puede comprar un modelito y repites del año pasado (si te vale, por supuesto)... ¿quién se va a acordar de cómo ibas hace un año? Por no hablar de que lo importante es la compañía con la cual asistes a la fiesta en cuestión, no las prendas que llevas... porque, ya lo dice el refrán... aunque la mona se vista de seda... Hacer ostentación de algo que realmente entiendes como prestado es, como poco, triste. Se supone que son ocasiones para pasarlo bien. ¿Se puede divertir una persona pensando en lo que va a hacer a las pocas horas, estando por ello quizá más pendiente de no pisar fuerte o que no se acerque ningun torpe a echarte una bebida por encima o algo así? Y cuidado con bailar al estilo Shakira que puedes correr el riesgo de que alguna costura se te vaya de paseo. Todo ese esfuerzo por disfrazarte de algo que no eres, en plan cenicienta moderna, sin hada madrina, y si se me permite hasta un poco cutre.

Otra pillería, aunque no la decían en la noticia en cuestión es la de las rebajas. ¿De qué se trata? Simple, compras algo para regalar en Reyes y el 7 estás con el ticket regalo a devolverlo. Una vez devuelto, buscas uno idéntico, rebajado por supuesto, y te lo llevas. ¿Qué ganas con eso? Bueno, tener doble regalo, lo que te han comprado y un dinerito extra, que quizá no sea mucho; pero que con varias prendas puedes juntar como para comprarte otra cosa. Lo que se puede agudizar el ingenio, de verdad. Y las tiendas lo tienen que aceptar.

Me sorprende, de verdad. Ya no es culto al cuerpo sino esclavitud al qué dirán. Me imagino la escena: una fiesta de Nochevieja, una mujer.... no sé, por ponerle un nombre digamos MARI B, que va con un vestido despampanante del diseñador de moda (perdonad mi ignorancia pero de alta costura no es tenga un conocimiento extenso) y que está siendo el centro de atención. Llega el momento de descansar en casa y empieza a desmontarse. Lo primero que hace es quitarse los diversos postizos capilares, para quedarse con sus 4 pelos de todos los días. Después con sumo cuidado se quita el vestido y lo pone de nuevo en la percha, comprobando que la etiqueta que ocultaba con su melena (postiza) sigue igual que antes. Comprueba los cercos de los sobacos para ver que no se nota el uso. Después toca el turno al sostén. Que es de esos que realzan, juntan, dan firmeza y rellenan un poco. Y lo que estaba cerca de la barbilla cae cerca del ombligo. Siguen con las medias que son de las estilizadoras y con una textura especial que no permiten que los "vellos poco estéticos" salgan a la vista. Y finalmente, algo parecido a un pantalón corto, reductor de abdomen, estilizador y que realza un poco las nalgas, anti piel de naranja, celulitis, estrías y demás. Y ahí está la auténtica MARI B, viendo la realidad que ha querido ocultar por unas horas, pudiendo respirar con normalidad. Quizá queda el resquicio del maquillaje facial, esas pestañas postizas, esas cremas que, capa tras capa, le han dado una imagen para sí las quisieran las modelos con photoshop. Ha empezado el año con la imagen que le gustaría obtener, si algun día la llaman de un programa de cambios improbables. Su humor va cambiando en el tiempo en que se desmonta la fachada y el amargor será casi evidente cuando se levante de la cama y el sueño haya terminado su poder adormecedor de conciencias.

He exagerado un poquito en el párrafo anterior, en un ejemplo colosal de hipérbole literaria. Mas, ¿cuánta gente hace algo parecido en mayor o menor medida? Que se lo digan a los comerciales que andan con la gomina de aquí para allá, con los trajes y las camisas en las que se controla hasta el grosor de las líneas de los dibujos. Me trae recuerdos de los tiempos en los que en la empresa que trabajaba llegaba el responsable de turno y decía "mañana hay visita así que todos corporativos". Y al día siguiente pobre del que no se hubiera enterado, o que se reincorporara de vacaciones, baja o lo que fuera... posiblemente a la hora señalada le tocara estar buscando un irrisorio papel en el almacén. Porque había que dar imagen corporativa. Y cuidado con eso de levantarse cuando el jefazo de turno pasaba. Vamos, todos en plan robot mirando al ordenador y aparentando que se trabajaba. Algunos lo hacían, por supuesto... otros tenían ganas de rebelarse y sacar un cartelito a la vista de los visitantes con frases ingeniosas como "por favor, no echar cacahuetes a los animales". Y lo que se hacía para que resultase formal, serio, se convertía completamente en artificial. Eso sí, más de uno rezando para que no te tocara una llamada complicada, de las que se discute con el cliente. Me acuerdo que a mi, en esos tiempos me maravilló un reportaje de otra empresa en la que los empleados andaban en bici por la oficina, o se levantaban a descansar echando una partidita de futbolín. Creo que ni una cosa ni otra, aunque a lo mejor en resultados no se diferencien demasiado. Seguro que los de la segunda empresa están más felices y se sienten menos presionados. Son más humanos.

Vivimos en un constante escaparate. Hasta el que diga que todo eso le importa un bledo, se autoengaña, porque la aprobación de los demás sigue siendo una de las delicias de nuestra "autoestima". Es curioso que algo que se llama "autoestima" a veces dependa tanto de los demás. Creo que, salvo que vivamos en una especie de isla solitaria, todos tenemos esa marca incrustada en el corazón. Nos gusta que nos reconozcan, que se nos valore, hasta puntos que rayan casi la enfermedad. Y lo más llamativo es que lo que tanto nos gusta, no lo practicamos demasiado con los demás. Si a ti te gusta que, por ejemplo, te reconozcan tu trabajo, quizá puedes empezar por reconocer el de los demás. Dándote cuenta de que, te guste o no, no estás solo. Y si hay que indicar algo que está mal hecho, mejor que se haga en plan "privado". Hace poco, a ese respecto me pasó algo que ilustra muy bien lo que quiero decir. Estaba en casa de mis padres, con mi hermana mayor, mi sobrina y mis padres. Estábamos el peque y yo... y el peque decidió cogerse "el canasto de las chufas", ponerse en plan meloncete desafiante. En otro momento yo habría perdido los nervios, me habría sentido como si estuviera en un examen de "buena madre", intentando hacer lo que habrían hecho mis padres. Habría sido un desastre, me habría ganado la batalla el peque que se habría salido con la suya en el pulso. Pero con lo que no contaba el chiquillo es que su madre ya empieza a tener un poco de escuela, aunque no vea los programas televisivos de consejeros de padres inexpertos. Que mi estado anímico no es el de hace unos meses y que he retomado lo que yo llamo "mi fuerza vital". Y es que, sí, estaba con sus abuelos... que antes de ello son mis padres... con su tía, con su prima... Pero el pulso me lo estaba echando a mi, que en eso momento no era hija, ni hermana pequeña, sino su madre. Y en ese puesto me puse... sin importarme si lo estaba haciendo bien o no según el criterio de los que me rodeaban. Él perdió el pulso y se quedó más suave de una rosa. Y yo me quedé tranquila una vez acabado el episodio. Por supuesto que iba conmigo, no era como cuando te ganabas una charla por teléfono y mentalmente desconectabas. Lo que estaba pensando me tocaba de pleno; pero la persona adulta, la que lleva el mapa era yo, no un chiquillo de 3 años. No me alteré ni perdí mi humor tranquilo. ¿Cómo reaccionaré la próxima vez? No tengo ni idea; pero el recuerdo y la experiencia ya la tengo registrada. Mi rol actual, hacia el chiquitín es único. Sigo siendo yo, son caras del mismo prisma. Y no me quiere menos por no salirse con la suya, ni le traumaticé por ponerle límites.

Parece que todo de lo que he hablado en el post no tiene nada en común. Por lo menos aparentemente no lo tiene. Sí que lo tiene, podemos vivir en el escaparate siempre y cuando tengamos nuestras sombras, nuestros momentos de aprendizaje y no descuidemos lo de dentro. Que el disfraz que a veces llevamos no nos autoengañe o nos haga perder de vista lo que somos realmente.

No hay comentarios: