Para quien no sepa francés, ni quiera usar un traductor por internet diré que el título de este post es el título de una canción de Patrick Bruel y se traduce al español como "Romper la voz". La canción merece la pena, aunque recomendaría escucharla en francés y leer la letra en español, para enterarnos mejor. Llevo unos días identificándome con esta canción. Quizá porque la laringitis que tengo ha dejado mi chorro de voz en un hilito que casi ni mi sombra escucha. Tengo la voz rota, tanto que más que grave debería estar en tonos de subterráneo. Tengo la voz rota casi ni se me escucha y cuando se me oye, los gallos van y vienen como en una granja. Interrumpida, por supuesto, por la tos. Pero esta situación me ha hecho ver la realidad, quizá con otros ojos, quizá con los de siempre pero de forma diferente. ¿Cuánta gente se rompe la voz para llegar poco más a donde me encuentro yo? Hay gente en el mundo que por mucho que grita no se la oye. Y luego, a los que no dicen más que tonterías se les escucha y hasta muchos se hacen eco de sus palabras. ¿Comprensible? No lo sé. ¿Para qué gritar tanto si sus palabras carecen de contenido? ¿Para qué hablar si otros no se toman la molestia de escuchar? Decían que el mal del siglo XX era la soledad. Creo que el verdadero mal del siglo XXI es no escuchar. Tenemos al lado a personas y sin embargo es posible que nos interese más lo que nos acaba de llegar al iPhone, a la BlackBerry o al aparatejo que tengamos entre las manos. Nos ponemos los cascos para concentrarnos, para meternos en nuestro mundo... que no en nuestro interior. Porque a la vocecita interna bien que la acallamos, metiendo ruido y alimentando el corazón con basura. Nos ponemos delante de la caja tonta, cada vez más plana por cierto, y nos creemos sabios, expertos de las vidas ajenas cuando la propia no es desconocida. Y si alguien nos dice esta verdad, cerramos el oído, como cuando éramos niños con las manos en las orejas diciendo: "habla chucho que no te escucho". Nos vamos convirtiendo en una pantalla para los demás, cada vez más abiertos al mundo virtual y más cerrados a nuestra humanidad. Hacemos juicios fríos, sin realmente importarnos lo que sucede a nuestro alrededor. Y si nos importa, nos callamos, porque... ¿cómo decir a alguien que no escucha que se equivoca, que el camino es otro? ¿Cómo salirse de la corriente, de las normas preestablecidas?
Hace poco una persona me preguntaba por los escándalos de pederastia que están apareciendo en la Iglesia Católica. Y se sorprendió de mi respuesta. Quizá porque se esperaba un juicio frío, o rigor, o defensa... no sé, pero se quedó pensando. ¿Cuál fue mi respuesta? Simple: si son ciertos los abusos, que los culpables cumplan las penas, que caiga sobre ellos todo el peso de la ley... pero no podemos pensar mal de todos, por los crímenes de unos pocos. ¿Voy a pensar mal de todos los hombres por unos cuantos que maltratan a sus parejas? ¿Voy a meter en el mismo saco a las madres que tiran a sus hijos recién nacidos a un contenedor de basura que a las que cada día se entregan al cuidado de sus hijos y se dejan la vida por ellos? No, ¿verdad? Entonces ¿Por qué hacer generalizaciones con los sacerdotes? ¿Todos los políticos son corruptos? ¿Todos los madrileños son chulos, los andaluces vagos y los catalanes tacaños? No, ¿verdad? No puedo juzgar a todos los sacerdotes por los actos de unos. Porque si para otros, los sacerdotes son hombres... para mí son personas con nombres y apellidos. Cuando veo un clerygman no pienso en un ente, sino que vienen a mi mente nombres, Juancho, Eladio, Gonzalo, Juan, Francisco, Javier, Antonio,Yago, Rafa, Manuel, Pablo, Fernando... personas concretas que con su testimonio me ayudaron o me ayudan. Y cuando alguien generaliza sobre este asunto, está hablando mal de mis amigos, está haciendo daño de forma gratuita. Gente que habla con su manera de ser, con su forma de trabajar, de entregarse a los demás. No, no veo justo que se juzgue a todos por unos pocos desalmados. Y no pude callarme, ni puedo hacerlo ahora.
Ayer, cuando fui al herbolario a por el ajo para mis peces, el que me atendió me dijo que mi afonía provenía de que no estoy diciendo lo que pienso y que esa tensión se me estaba agarrando a las cuerdas vocales. En mi cabeza sonó una canción de Joaquin Sabina que dice algo así como "por decir lo que pienso, sin pensar lo que digo, más de un beso me dieron y más de un bofetón". Decir lo que se piensa es difícil, porque a veces pensamos con la cabeza caliente, y eso puede ser contraproducente. ¿Se puede decir siempre lo que piensas? En algunas facetas de tu vida, seguramente; pero por ejemplo en el trabajo no sería recomendable. ¿Conocéis a algun jefe que acepte que le digan que se está equivocando? Jefes no sé, pero empleados que tengan el valor de decírselo, bien pocos. Y es posible que fuera bueno; pero también es posible que no escuchara y que te mandara a recursos humanos. ¿Y los que trabajamos de cara al público? ¿Puedes decir lo que piensas? Quizá el Doctor House, que es brutalmente honesto y, tengo mis dudas, de que realmente los guionistas le hagan decir todo lo que podría pensar. A veces la sinceridad debe callarse y respetar el silencio. Evitaría malos entendidos, seguramente. Aunque, si lo pensamos, que yo diga lo que pienso es una cosa y que el que me escucha, o el que me lee, pienso lo mismo es otra bien distinto. No se trata de ser políticamente correcto o incorrecto. Lo veo más bien como un saber estar, y hay veces que el silencio debe imperar. No es mentir, sino callarse. Esperar al momento preciso. Aunque en algunos casos se vea bien lejos. Porque quizá, por decirlo todo, estás diciendo demasiado.
¿Estoy afónica por no hablar? Bueno, más de una vez he tenido que morderme la lengua y otras no me han querido escuchar. También es cierto que más de una vez he callado y me he quedado con las ganas de gritar cuatro verdades; pero no creo que mi laringitis provenga de ahí. Más bien, el costipado y el tiempo cambiante han tenido más que ver en esta situación que el estrés producido por hablar o por callar. Puede que se haya juntado y que, como últimamente, mis defensas andan bajas, mi cuerpo esté avisando de que hay problemas. También hay que escuchar al cuerpo que tiene sus mecanismos de expresión. De momento ando intentando solucionar los problemas de intestino, que parece que es donde residen todos mis males y luego ya veremos si me se me abre la voz o me toca escuchar y ponerme a hablar con los gestos.
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