
Una vez más, Juan Pablo II no deja indiferente. Más de uno recordará hoy el atentado que casi le costó la vida, su lucha incansable contra la opresión del comunismo en su patria, Polonia y en toda la Europa del Este, sus viajes, sus encuentros con los jóvenes... Hay tantas imágenes en nuestras retinas que es difícil quedarse con una. Amigo de la música, del teatro, de la poesía, de la montaña. Hablaba claro, pesara a quien pesara. Hablaba de no tener miedo desde el principio de su pontificado y fue coherente con su manera de afrontar las dificultades de la vida. Cuando hablaba, aunque lo hiciera ante miles de personas, parecía que sólo hablaba a tu corazón, con una mirada que lo decía todo, que te dejaba sin palabras, sin excusas, sin miedo.
Su vida nos enseñó a todos católicos y no católicos a mirar las cosas de tejas para arriba, como en la foto de mi amigo David Mareque que ilustra este post. Porque de tejas para arriba se ve la cruz, pero sobre todo se ve el cielo. Un cielo luminoso, claro, que nos permite ver las cosas en su justa medida, entender que estamos que aquí por un tiempo determinado y que debemos aprovecharlo viviéndolo con intensidad, buscando la felicidad de verdad y dando el verdadero valor a las cosas. Si miramos las cosas desde una ventanilla de un avión, el mundo se ve lleno de parcelitas, aunque sean hectáreas y hectáreas. Cuando estamos dentro de los problemas, si no conseguimos poder salirnos, mirar con distancia, veremos los problemas un poco mejor. Es alzar la cabeza, mirar hacia adelante y no hacia abajo. Sabiendo dónde ponemos los pies, pero mirando más allá del metro que nos rodea, viendo los detalles que nos ofrece el día a día.
El Beato Juan Pablo II fue un ejemplo de cómo afrontar cada momento de la vida, porque un instante puede cambiar toda una vida. Muchos son las personas que le deben algo al nuevo Beato, muchos los que le seguimos respondiendo a sus llamadas de encuentro en los distintos continentes. Tiene detractores, personas que recuerdan las cosas malas, pero también tiene grandes defensores. Su vida no ha dejado indiferente a nadie. Ahora le tenemos un poquito más cerca, intercediendo un poquito más por nosotros. Hoy la Iglesia tiene un nuevo beato, Juan Pablo II el Grande, el Magno, el Papa que vino del Este y se quedó en los corazones de muchos. Hoy Roma es una fiesta, y la Iglesia entera se regocija de que un Papa obrero y que creía en la Divina Misericordia se le ha declarado beato en este II domingo de Pascua. Hoy más de uno ha llorado de emoción y se ha vivido como si alguien de su familia hubiera sido elevado a los altares.
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