Tras unos días con unos posts que han sido bastante leídos y
comentados, me encuentro con cierto nerviosismo, con cierta inquietud.
¿Por qué? Porque se van generando expectativas y a veces eso es como los
exámenes o los nuevos trabajos. Son algo más que hormiguillas en el
estómago. Hay muchas ilusiones puestas y a veces, esas ilusiones se
truncan. Porque no se da lo esperado y es causa de decepción o de
frustración. Por supuesto que no puedo llegar siempre con la misma
intensidad a cada lector. Hay post que gustan más y post que gustan
menos, que no aportan nada. Cuento con ello, hasta el mejor escribano
echa un borrón y es algo que no me presiona. Lo que me importa y mucho
es ser fiel a mi manera de ser, ser auténtica, más allá de las
expectativas que pueda generar. No es que no me importen los demás, al
contrario; pero lo que provoque depende de cada persona, no de mí. Los
post deben defenderse solos, porque lo que yo busco cuando leo uno
determinado es diferente a cuando lo escribo. En ambos casos siento
vértigo y en ambos pongo expectativas. Pero es mi vértigo y mi
expectativa. No puedo escribir sobre algo que no me creo, que no me
entusiasma, con lo que no me identifico. Soy personalista, lo sé y
pelear contra ello sólo me supone dolor. No tengo otros principios para
cambiarlos y contentar a todos. Soy yo, sin más.
Sé que hago
muchas cosas que los "puristas" dirían que no hay que hacer. Por ejemplo
mezclar temas que en algunos casos son tabú. Más de uno me diría que si
quiero caer bien no debo hablar de religión, de política ni de fútbol.
Pues mal vamos. Porque en mi experiencia como bloguera, he hablado del
ser humano, del mundo y de Dios. Las grandes cuestiones filosóficas se
han entremezclado en mis escritos, desde mi libro "Corazón Humano" hasta
el post que os parezca más mundano, más del "hombre del Carrefour". A
algunos les gustará y otros pensarán que no voy a llegar a nada. Que me
perdonen los segundos; pero sé dónde quiero llegar. Quiero ser feliz en
mi pellejo, con mis kilos de más, mis canas, arrugas y excentricidades
varias. Llegar lejos o cerca es lo de menos. La meta la pongo yo. Si
hace 10 años alguien me hubiera dicho que en esta Navidad del 2011, mi
equipo de fútbol estaría en segunda y mi estado civil sería el de
completamente feliz gracias a una persona increíble y a un hijo
sorprendente... como poco le habría dicho que ¿dónde está el palantir?
porque suena más al Señor de los Anillos que a la realidad. Y sin
embargo, aquí estoy y no cambio este tiempo transcurrido. Porque hasta
lo malo me ha llevado a valorar más lo bueno. ¿Soy ilusa? Es posible.
¿Que me puedo llevar un batacazo? En malas plazas he toreado y sigo
aqui. Y lo que más daño me ha hecho ha sido no creer en mí, olvidarme de
quién soy.
No me estoy justificando, sino que en algunos
momentos es bueno tener a alguien en contra para pensar en lo que haces.
¿Qué sería del gobierno sin la oposición? Es lo que nos hace estar
alerta, concentrados y dar el máximo. Siempre desde el respeto, por
supuesto. Nadie puede anularme como persona, quitarme mi dignidad.
Porque eso no es exigir, es maltrato psicológico y no hay que
permitirlo. Las ideas nos pueden separar; pero siempre hay algo que nos
une y que no debemos olvidar. Aunque a veces algo nos parezca una
chorrada, si para alguien es importante, hay que respetarlo. Es como
cuando abres tu corazón a una persona, por algo que para tí es muy
importante y va y te dice "¡bah!, no es tan importante". Como poco se
nos queda cara de tonto y nos han echado un jarro de agua fría por
encima. Eso nos enseña dos cosas: si para tí es importante, seguro que
para alguien más lo es. Y segundo, que has elegido mal a la persona para
contárselo. Muchos de los problemas actuales se habrían solucionado si
la gente hablara y escuchara más. ¿Por qué nos sentimos tan solos en
esta sociedad tan comunicadora? Porque no hay comunicación humana. Y
cuando vemos que alguien da importancia a esa humanidad, es cuando nos
pegamos como una lapa e intentamos exprimirlo al máximo. Casi tanto como
Gollum en el Señor de los Anillos. No es lo frecuente y sin embargo es
lo que más necesitamos. Nuestra crisis económica lleva aparejada una
crisis de valores que puede convertirnos en mendigos de humanidad.
Llegar
es importante, mantenerse también y saber leer la realidad lo es más.
Es fácil aconsejar desde la distancia, como cuando ves un programa de
televisión y piensas que los concursantes son lelos por no saber algo
tan fácil como cuál es la capital de Italia. En mi día a día me pasa a
menudo. Parece como si siempre me supiera mejor las respuestas de las
preguntas de los demás que las mías propias. Por ejemplo en las clases
de inglés, cuando estamos haciendo frases, parece coña, pero basta que
tenga dudas en una para que sea la que me toca responder a mi. ¿Una
jugarreta del destino o una casualidad? No lo sé, no creo en ninguna de
las dos cosas. Todo tiene un motivo. No creo que las cosas pasen porque
tienen que pasar. La realidad me sorprende. A veces me cruzo con alguien
que me habla, o que me pregunta y ese momento cambia mi prioridad.
Estoy preocupada porque se me ha roto un trozo de papel y no me doy
cuenta de la soledad del que está a mi lado. En eso, mi hijo me enseña
una y otra vez. Su capacidad empática es sorprendente. Hace unos días me
encontraba mal y salió con su padre a ver un belén. El peque decidió
que tenía que hacerme un regalo y se olvidó de sus propios gustos,
pensando en su mamá. Llegó a la tienda y compró un ángel de cerámica,
dejando con la boca abierta a su padre y a la dependienta por su
decisión. Sólo cuando tuvo el regalo, se dedicó a buscar algo que le
gustara para él. Es sorprendente. No lo hace por interés ni por
justificarse. Le sale del corazón y lo hace. Evidentemente, a mi me dejó
sin posibilidad de reacción, dando gracias y casi con la lagrimilla en
los ojos. A veces lo que más te sorprende es lo que menos te esperas,
esa frescura, ese dejarse sorprender.
Cuando te encuentras con
algo, sea lo que sea, puedes elegir cómo lo afrontas, si con rechazo o
lo asumes. Asumirlo no es conformarse, como cuando te llama alguien que
te cuenta lo mismo durante media hora y es algo totalmente banal. Asumir
es buscar sacar el máximo provecho para tu vida. Si ésto es lo que te
toca, asúmelo, hazlo tuyo y aprovéchalo para tu camino. Si no es lo que
quieres, aunque parezca bueno o que vas a quedarte sin nada, recházalo.
No aceptes nada que pueda causar rabia o disgusto a tu alma. No se trata
de ser inocentón, sino de salvaguardar el corazón de cosas que te
destruyen. Espera grandes cosas de cada momento, de cada experiencia
pero también déjate sorprender cuidando lo que más quieres, que es tu
propio corazón. Si prestas atención, es posible que veas más respuestas y
más salidas. Si te encuentras en plena oscuridad con una linterna, ¿a
quién hablas, a la luz o a la mano que la sostiene? Buscarás quién está
detrás para que te ayude a ver de nuevo.
La gestión de las
expectativas siempre tiene dos puntos de vista, el que da y el que
espera. Y ninguno de los dos puntos puede predecir completamente al
otro. ¿Qué es mejor, no dar nada o no esperar nada? No dar nada es
egoista. No esperar nada es desolador, es no tener esperanza, no dejarse
sorprender. La verdad, no sé qué es peor. Mejor haz lo que puedas con
lo que te toca. Si empiezas un trabajo o un curso, ten grandes
expectativas si estás ilusionado. Puede que no sea como esperas o puede
que te sorprenda y te inspire a hacer nuevas cosas. Depende de tí, de lo
que te juegues sin mirar a los demás. Si te ofrecen mucho de palabra,
mira las obras. Y si no es lo que esperabas, no te engañes y reconócelo,
habla. Puede que no te escuchen; pero merece la pena el intento. Que
por tí no quede el intentar arreglar la situación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario