Hoy es el típico día que me asombra. Hoy son los Santos Inocentes, la
celebración de una matanza de niños menores de dos años. Y, quién sabe
por qué, la tradición de este día es gastar bromas, inocentadas.
¿Alguién sabe de dónde viene esta tradición? Porque yo por mucho que lo
he pensado, no veo la conexión. ¿Hay algo más serio que la vida? Y sin
embargo, no la valoramos. Para muchos, la vida es una carga, como una
losa que nos obliga a llevarla sobre los hombros. Para otros, la vida es
injusta. La hacemos culpable de muchas cosas, infortunios, tristeza,
adversidades. Nos gustaría vivir la de otros, esos que nos parecen que
la viven mejor.Y así desperdiciamos la nuestra. ¿No es un poco
incoherente? Como he dicho más de una vez, no se trata de dejarse vivir,
de pasar por esta vida sin pena ni gloria como si recorriéramos una
ciudad fantasma. Se trata de vivir, y de vivir intensamente. Hay tantas
cosas por hacer que se queda corta para algunos.
Estamos vivos
porque otros le dieron un gran valor a la vida. Podían haber dado más
valor a una situación económica más holgada, tener más tiempo para
seguir los hobbies, con los gustos y apetencias. Y, paradójicamente,
aquellos que están más a favor de quitarla, están vivos. Parece como si
pensaran que es al estilo los videojuegos, que puedes disparar sin
consecuencias. Me temo, que en la realidad no es tan sencillo. Caray,
pienso en todas esas familias rotas por la pérdida de un ser querido.
Desde los que mueren por la enfermedad o por accidente o por acto
consciente de otra persona. Por enfermedad, el cáncer parece que sigue
haciendo estragos. Por accidente, nos jugamos la vida cada vez que
montamos en un coche en mal estado (ya sea el coche o el conductor) y
por acto consciente, se puede decir que son los asesinatos, actos
terroristas, de guerra y, por mucho que pese a algunos, también el
aborto es un acto consciente de quitar una vida. Y sé que lo que acabo
de decir, para muchos no es políticamente correcto; pero es así, es
quitar una vida.
Damos un valor relativo a la vida. Nos
preocupamos mucho por la nuestra, por la de las personas que nos rodean e
incluso elegimos defender la de los animales; pero a veces no salimos
de nuestro círculo. O se la quitamos a lo que nos fastidia. ¿Cuántas
veces nos habría gustado que una persona desapareciera? Desde el molesto
vecino que se salta a la torera las normas básicas de la comunidad
(como el respeto al sueño), hasta la persona que nos cuenta su movida
una y otra vez sin importarle lo más mínimo si nos pilla en mal momento.
Sé que es duro decirlo; pero hoy es el día perfecto para reflexionar
sobre ello.
¿Por qué gastamos inocentadas? Porque nos tomamos a
guasa las tragedias de los demás. Seguro que si a una madre le tocan a
su hijo, lo último que se le ocurre es reirse. Que se lo digan a tantas
familias de niños desaparecidos, sin saber dónde están, qué ha pasado
con ellos. No, eso no puede ser objeto de broma. El valor de la vida es
incalculable y debemos ser conscientes de ello. Somos afortunados de
estar en el mundo, de tener personas a nuestro lado, hasta del dolor que
sentimos de su pérdida. ¿Por qué? Porque tenemos un corazón que palpita
y cada latido es una oportunidad para hacer algo grandioso, algo
especial, algo único... aunque no se entere nadie.
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