domingo, 7 de agosto de 2011

Storyteller

Todos somos contadores de historias. Desde que nacemos, nuestro aprendizaje es a través de historias, cuentos, fábulas. Toda nuestra vida es de hecho una historia que vamos contando minuto a minuto. Los conceptos se quedan mejor cuando nos cuentan una historia. ¿Será porque nuestro cerebro está hecho así? No lo sé, pero trabajamos por asociación, unificando ideas, conceptos y en nuestra cabeza nos montamos nuestras propia historia, coherente e interconectada. A veces no es muy coherente que digamos, pero eso no importa. Si es creíble para nosotros, los demás pueden creérselo también ¿no? Porque las grandes ideas, las grandes historias nacieron de los sueños o quizá de los insomnios de alguna persona.

Personas, los contadores de historias, los que nos emocionan y nos hacen vivirlas en carne propia saben que el emocionar es lo propio de las personas. A veces no nos damos cuenta de ello. Y es importante recordarlo. Nos rodean personas, con sus historias, con sus emociones, con sus gustos. No son números, son personas. Los que van en el coche que te hace la puñeta son personas. Los que piden tolerancia, pero sólo con sus propias ideas son personas. Los que se creen mejores que otros por tener un título, un rango o un sueldo mayor, son personas. A veces su actuar hace muy sencillo que nos olvidemos de ello. O que nos quedemos con las ganas de llamarlos algo que no es bonito.

Ayer inicié un nuevo blog, una nueva forma de contar historias. Ver el mundo desde los ojos de un juguete. Es un nuevo proyecto, una manera diferente de ver las cosas. Porque hay temas que aquí no se entran. Y las historias tienen diferentes narradores. Por ser algo tan sencillo como un juguete, no implica que no se puedan aportar cosas interesantes. De hecho, son varios los anuncios y los creativos que tienen otros clicks como protagonistas. Los juguetes cuentan buenas historias, porque los niños plasman su imaginación en ellos. Y los juguetes de los adultos tienen demasiados chismes y un precio demasiado alto como para permitir a la imaginación saltar de un lado para otro.

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