Hace poco me contaron una especie de cuento sobre un elefantito y una estaca. Decía más o menos que en un circo compraban un elefantito y en su corral para que no se escapara, le ataron a una estaca, de la cual sólo le soltaban para los entrenamientos y para las actuaciones. El elefantito al principio se resistía, intentaba librarse de la estaca, ser libre para moverse. Pero con su poca fuerza no podía. Pasó el tiempo, creció pero como se había cansado de intentarlo, dejó de hacerlo. Se convirtió en un elefante grande y fuerte, más ya no peleaba contra la estaca, que seguía siendo igual. En su mente, la estaca era tan poderosa como antes. Realmente no era así; pero el elefante había cejado en su empeño. Alguno debe estar preguntándose a qué viene la historia. ¿Tiene alguna conexión con todo lo que he estado contando anteriormente, con los globos? Sí, claro que sí. Hace falta explicación. Me llama la atención lo que nos aferramos a las cosas aunque a veces esas cosas nos hagan daño. A veces nos aferramos a lo que nos encadena y, aunque cambiemos, parece como si eso tuviera una fuerza que no posee realmente pero que en nuestro inconsciente se la damos. ¿Qué representa la estaca? Lo que nos encadena, lo que nos impide ser libres, llegar a ser lo que podemos ser. Quizá alguno se acuerde de esa canción de la estaca. El paralelismo puede ser interesante; pero por ahora no quiero referirme a ello.
¿A qué nos aferramos? A veces puede ser hasta lo que nos detiene, lo que nos hace daño, una realidad que parece real; pero que no lo es. Nos aferramos a lo que conocemos como si no existiera nada más. Nos aferramos a los vínculos existentes, como si no se pudieran crear otros nuevos. Nos aferramos a nuestros problemas,a nuestros globos, por no sentir el vacío, por no quedarnos sin nada. Cuesta enfrentarse a la estaca, aunque con la fuerza del elefante sea una minucia, un mínimo esfuerzo. ¿Puedo concretar? Sí, pensemos por ejemplo en una persona que tiene un trabajo en el que no se siente valorado pero que no lo cambia porque no tiene fuerzas. Se le irán acabando los argumentos para continuar; pero sigue porque si lo deja ¿Qué va a hacer? Su cuerda es la hipoteca, los recibos, los vínculos de amistades, su rutina. Le hace daño pero cree que no puede salir de ese corral, deshacerse de la estaca. Puede que haya cambiado; pero si no es consciente de ello, no sirve de nada. Y, si por el motivo que sea, deja de tener ese trabajo, es posible que se aferre a esos recuerdos, aunque ya no forme parte de ese trabajo. Y le puede hacer daño; pero está como si tuviera una especie de antifaz, de orejeras, o unas cadenas irrompibles. Debe dar el paso y liberarse; pero cuesta decidirse. Puede hacerlo, puede conseguirlo, sólo tiene que proponérselo, ser consciente de que ha cambiado y que tiene capacidad para hacerlo. Debe olvidarse de lo que se ha aprendido y que no debería haberse aprendido. Aceptar el pasado como lo que es, una fuente de aprendizaje, una experiencia, no una carga.
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