lunes, 13 de abril de 2009

Los verdaderos pilares

Parafraseando el best seller, mientras escucho un poco de música en la madrugada, escribo un post en la tranquilidad del silencio nocturno. Es lo que tiene que me haya tomado una coca-cola a las 15.00. El sueño es ausente y Morfeo debe de andar muy ocupado con Trinity y con Neo protegiendo Sión de Matrix, porque mi mente anda demasiado despierta. Pensando en lo que ha ocurrido en estas últimas semanas en las que el cambio se ha establecido en mi vida con una marca indeleble y un claro sentido de quedarse. ¿Algo más contrario al cambio que lo constante? Y sin embargo, parece que me establecido en el constante cambio. Cuando ya me había hecho a la situación laboral, cambio de puesto, cambio de ordenador y cambio de tarea. Lo primero es normal, lo segundo es un engorro y lo tercero mi respuesta a una petición. Cambiar de puesto te da una perspectiva distinta de la empresa, antes estaba al lado de la puerta y de personal. Ahora estoy perdida en medio del departamento, lejos del pasillo... pero cerca de los muebles donde se pone, quizá demasiado a menudo (¿o no?) el desayuno y el aperitivo cada vez que hay un cumpleaños o una celebración. La "operación bikini" va a ser complicada en mi nuevo puesto, aunque tengo uno de los ordenadores más antiguos de la compañía. Y así va, ni el "Arre24" del asturiano va así de despacito. Me he tenido que configurar los programas que usamos, desde el correo al de logarse en el teléfono. Tengo que hacerme con un teclado que de vez en cuando se come la barra espaciadora... como para unas prisas. El tercer cambio es el que origina el título del post. Cambio de tarea, dejo la cuota de particulares no siempre todo lo educados que uno quisiera para empezar a llevar de nuevo gestiones con constructoras y promotoras. Una nueva línea de negocio que necesita que alguien la controle, vea lo que ocurre y dé la voz de alarma si se sale de madre. Un trabajo perseverante, sin demasiados fuegos artificiales, de estar a lo suyo, sin depender de los gustos de unos y de otros. Un trabajo que por lo visto, en el departamento sólo tenía un nombre. ¿Adivináis cual? Parece que mi manera de trabajar en plan "pilar" desde mi puesto, haciendo lo que tengo que hacer sin buscar protagonismo y peloteo absurdo, es tenido en cuenta por las altas esferas que saben por experiencia que puedo poner orden en el supuesto caos. Ya lo demostré hace tiempo y parece que, como la receta funcionó, hay que volver a aplicarla. Una nueva etapa, aunque ya he perdido la cuenta de todas las que llevo.

¿Cómo vivo el cambio? Con el ejmplo de los pilares de un edificio, que saben que sin su labor, la fachada se derrumba. Parece que como no están a la luz no son importantes. Pero lo son. Yo sigo en un curro que parece que no es lo mío, que más de uno puede pensar que estoy malgastando mi vida, cuando podría hacer otras cosas. Sí, seguramente podría estar en otro sitio... pero donde estoy es donde tengo que rendir, dar lo mejor de mi misma, teniendo muy claro que cuando salgo por la puerta me esperan las verdaderas razones de mi vida, los verdaderos pilares donde se asienta mi vida y mi felicidad. Porque el trabajo es importante; pero sin el equilibrio con la vida familiar, lo único que deja es agotamiento físico y psíquico... pero vacío. Lo he podido comprobar esta mañana. La gente llevaba "derrotada" a trabajar a las 7.30. ¿Cómo acabarán la semana? No lo sé. Estoy convencida que no siempre lo que empieza mal acaba mal... más si a las 7.30 estás derrotado... no sé, el día debe hacerse cuesta arriba, en plan canción arrastrada de los Secretos. Supongo que vivo de otra manera y la Semana Santa ha pasado dejando paso a la Pascua, la alegría de la Resurrección, de saber que hay Alguien que me sostiene y da sentido a todo lo que hago, a ese "dejarse morir" en el tiempo y en las circunstancias. Porque el tiempo que pasa es tiempo que nos hace morir y cada uno elige cómo ocurre. Y si la mirada está centrada, la vida arraigada a los pilares, los cambios pueden tambalear la superficie, como las olas del mar que en cuanto sumerges la cabeza, reina la calma. Cada día me gusta más la imagen del constante golpear de las olas en la orilla. Debe ser mi alma mediterranea que de vez en cuando aflora en medio de la meseta. Cada día veo más que es verdad esa frase de que hay que mirar las cosas de tejas para arriba. A veces estamos demasiado metidos en casa, en nuestros problemillas como para ver que la solución puede ser tan sencilla como abrir la ventana o salir a la calle. Nos empeñamos en estructurar nuestra vida sin dejar que las cosas nos sorprendan para bien... y fuera hay muchas cosas que nos pueden sorprender. Desde una reacción inesperada en algo tan pequeño como el comportamiento de un peque de dos años, a que cojas el coche y cuando esperas un atascazo, no hay coches, o puedes aparcar donde te gusta. Sólo hay que estar pendiente de los pequeños detalles. ¿Un ejemplo? Buuuffff, hay tantos que quizá no podría quedarme con uno solo. Vivir en el mundo, en pareja, tener un trabajo, una familia dan muchos ejemplos... Los toques de atención de la vida. Hace poco, yo andaba un poco "baja", sin saber muy bien por qué... quizá el cansancio, quizá la amenazante rutina... recibí una carta, de una persona que recuerdo cada día... justo en el momento en que necesitaba el empujoncillo, allí estaba en el buzón. Ultimamente también me pasa los primeros jueves de mes que me acerco cuando Jose duerme a Dani y yo dejo mi casa por unas horas para ir a la parroquia a la exposición del Santísimo y como que mi alma respira en ese silencio que dice tanto y que aclara tanto mis tormentas. Volver a la fuente, contrastar los pasos que se han dado por si hay que rectificar o se puede seguir adelante. Y puede que esté agotada, que ya no llegue a más... pero cuando creo que ya no puedo más, todavía "aguanto". Lo veo cada noche con mi marido, llega agotado del trabajo y Dani, que no entiende de cansancio, reclama a su papá. Y mi marido se entrega sin malas caras, con todo su amor por el peque. Lo veo en Jose y lo ví en mi casa, con mis padres. Siempre pendientes de nosotras, sin mirar sus propias fuerzas, sino lo que necesitabamos, aunque fuera dar un beso a las 4 de la mañana para hacer olvidar una pesadilla o un mal sueño.

Sólo cuando tenemos los verdaderos pilares de nuestra vida, podemos llegar a ser lo que podemos llegar a ser, aceptar lo que ocurre a nuestro alrededor y vivirlo de forma que todo sea un instrumento para ser felices en medio de los líos. Cada uno en su sitio, aunque para encontrarlo demos más de un rodeo. Lo importante del pasado es que nos ha hecho llegar a donde estamos, no nos detiene. Y no es solo una frase más o menos bonita. Es una realidad. Las famosas circunstancias de Ortega son nuestro pasado, lo que nos ha hecho ser como somos y donde nos apoyamos como si de un trampolín se tratase para intentar alcanzar los sueños. Quizá mis sueños parezcan insignificantes, o mis "logros" sean irrisorios para algunos... ¿Qué más da? Yo sé lo que me ha costado llegar a donde estoy, sé lo que es pelear con la muchedumbre cuando el tren te ha dejado en la otra punta de la estación y tu salida está al otro lado. Aunque muchos se empeñen en que es mejor salir por donde van todos, NO, si tu salida está en la otra punta, avanza en esa dirección, aunque sea despacio. ¿O acaso si esa muchedumbre se fuera a tirar por un barranco tú lo harías? Yo por lo menos no... y estoy convencida de que habrá varios que piensen como yo y que, quizá sólo necesiten ver a uno moverse en otra dirección, para hacerlo ellos también. A veces es bueno, no mirar a la masa sino al 1+1+1+1+1+1+1... porque las personas que te cruzas en la calle, en el metro, tienen nombre propio y circunstancias particulares... quizá para tí no sean más que un bulto... pero para alguien son importantes. ¿Por qué pensar de forma egoísta o mirar sólo lo que puedes sacar de tus semejantes? Si quieres cambiar el mundo quizá más que esperar a que los demás hagan algo, va siendo hora de ponerse a trabajar y aportar el granito de arena. Seguro que la experiencia es mucho más enriquecedora de lo que puedas siquiera soñar.

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