viernes, 5 de diciembre de 2008

¿Existen los milagros?

La preguntita se las trae. Como creyente diría que sí; pero no en el concepto del mundo. Para muchos un milagro es cuando un piloto de fórmula uno gana una carrera contra todo pronóstico, como por ejemplo Alonso en Singapur. Para otros un milagro sería que le den algun día el balón de oro a Iker Casillas. Por tratar temas más serios, un milagro en España es que dimita un político por una metedura de pata o que salga alguien de un partido determinado, por ejemplo el PSOE, pidiendo perdón a unos cuantos votantes (me suena que unos 10.000.000 de españoles) por las sandeces dichas por un alcalde, digamos por ejemplo el de Getafe. Un milagro para muchos hogares españoles es llegar a fin de mes con la cuenta corriente sin color escarlata, o que toque la lotería, conseguir aparcar a la puerta de casa, que no suban las facturas, no pillarse un resfriado con los tiempos que corren. Son pequeños hechos cotidianos que para muchos son extraordinarios. El estar en la cola de la administración de lotería antes de comprar el décimo del sorteo de Navidad y pensar ¿qué haría si me toca? Hace poco leí a uno de mis compañeros declarar que, aunque es agnóstico, si nos tocaba la primitiva, antes de cogerse una excedencia pondría una estampa de S. Juan Damasceno en el sitio. Porque, para algunos, los milagros son necesarios para creer en un ser superior y para otros, creen a pesar de los milagros.
¿Conocéis a mucha gente que no cree? Yo no, es más... diría que no conozco a nadie. Todo el mundo hace cosas, muchas cosas, a lo largo del día con un gran componente de fe. Nos levantamos por la mañana y, sinceramente, no conozco a nadie que coja el vaso del café y se lo lleve a un laboratorio por si tu pareja ha decidido envenenarte. Abrimos el grifo de la ducha y creemos que va a salir agua limpia, aunque en algunas películas salga tintada. Nos ponemos la ropa y ni se nos ocurre pensar que puede estar como el vestido de Medea. ¿Os imagináis estar dudando de todo? Sería simplemente insoportable. No, a lo largo del día, la gran mayoría de nuestras acciones son hechas con fe, forma parte de nuestra rutina, ni nos lo planteamos. Y el dudar en muchos casos ofendería. No me gustaría ver la cara de mi marido si una mañana se levanta para prepararme el desayuno y le digo que no me lo tomo porque no sé si le ha echado cianuro al café. Nos podrían pasar muchas cosas malas, muchas catástrofes y eso no nos impide andar, movernos por la calle, coger el coche, ir al trabajo, cumplir con nuestras obligaciones. Si tienes miedo constantemente, te conviertes en un paranoico con delirios obsesivos y la vida se convierte en un infierno. Sin embargo, para mucha gente... el ser creyente es casi síntoma de debilidad, algo que hay que esconder. Algo parecido a si eres de un equipo normalito como el Deportivo en una comunidad como Madrid o como Cataluña. O algo peor, ser del barça en Madrid o merengue en Barcelona. Y sin embargo existen. Algunos les importará un rábano lo que digan los demás y otros vivirán un poco más atemorizados, mostrándose más cautos en ciertos ambientes.

Milagros y fe. Supongo que es algo que nos rodea en estos tiempos de diciembre en los que llevamos ya más de mes y medio viendo anuncios de juguetes, de colonias, de aparatejos electrónicos y luces adornando las ciudades y los balcones. En donde vivo algunos ya han sacado el papá noel al balcón... sinceramente, si yo fuera papá noel no les traería nada porque hay que ser malo para poner eso en el balcón con el frío y el viento que hace. Otros ya están compitiendo por ver quién pone más bombillas fuera y a cada cual más hortera. A veces dan ganas de pasear por las calles haciendo fotos a los "adornos", que no sabes si son para anunciar felicidad o mal gusto. Tengo mis dudas. Y así pasa, que llegaremos a las fechas propias de Navidad, hartos de consumismo y de que nos metan las cosas por los ojos, por lo que nos perderemos las fechas y su significado. Lo sé, alguno me dirá que las navidades son un reinvento cristiano de las saturnales y cosas así. Puede ser, pero siendo estrictos, si lo llamamos Navidad estamos celebrando el Nacimiento, pese a quien pese. Si quieren vaciarlo de contenido creyente que lo llamen de otra manera, si es que les resulta ofensivo en su manera de entender el mundo.

¿Qué es el adviento? Es algo más que el tiempo de un calendario infantil o un tiempo de quemar la tarjeta de crédito. Quienes hemos sido papis, podríamos explicar muy bien lo que significa este tiempo en el que estamos. Los últimos cuarenta días, las embarazadas estamos insoportables, nos sentimos pesadas, no descansamos bien, hacemos los cursos de preparación al parto y el tiempo que hemos estado deseando que llegara, se acerca lleno de incertidumbre. Porque nunca sabes cómo ocurrirá. Parece como si siempre te faltara algo. Los padres llevan la maleta en el coche y el móvil colgado directamente de la oreja, estén donde estén. Y, por supuesto, el depósito del coche lleno, porque nadie se atreve a ponerse en plan anuncio. Pues en ese momento es en el que estamos ahora. Los niños con la ilusión de los regalos, los adultos con la ilusión de ver sus caras al iluminar el árbol, o de que este año los cantores se acuerden de tu número... o por lo menos que el año que se va, se lleve la crisis y no nos suban ni la hipoteca, ni la luz, que la economía dé un respiro a los maltrechos bolsillos. Ya llegará Enero con esos propósitos que nunca se cumplen. Para los católicos, el tiempo de los propósitos es adviento, el comienzo del año litúrgico. Algunos buscarán cosas grandes, enormes, grandes proyectos... otros, nos conformaremos con ser un poco más feliz hoy. ¿Conformarse? No sé si es la palabra oportuna, porque intentar sacar un poco de tiempo para darle un besito más al peque, para poder estar con las personas que quieres no es conformarse sino buscar lo auténtico. Son esos pequeños milagros que hacen interesante la vida. Mucho más interesante que si tu equipo gana al eterno rival.

¿Existen los milagros? Yo creo que sí, y los más interesantes son los pequeños. Esos pequeños detalles que no te esperas, como un ramo de margaritas blancas, por ejemplo, sin un motivo especial. O quizá el principal motivo de la vida, expresar con hechos lo que amas a otra persona, que piensas en ella, aunque a veces no se lo digas. Milagros son los primeros pasos de un bebé que confía plenamente en sus padres cuando te da sus manitas e intenta torpemente mover las piernas. Milagro es darse cuenta que somos únicos, que no hay nadie igual a nosotros y que ese pensamiento nos haga tener paz en medio de todos los marrones del día a día. No se trata de ponerse en plan narcisista, ni mucho menos. Pero es verdad. Aunque algunos nos digan lo contrario con la excusa de un numerito del D.N.I. no hay nadie como yo. Quizá no sea mundialmente famosa pero tengo nombre y apellidos para algunas personas, que me importan y que me valoran por ser yo, no por lo que pueden conseguir de mi. Hay una frase de Kung fu Panda que me encanta: "NO SOY UN PANDA GORDINFLÓN, SOY EL PANDA GORDINFLÓN". Soy única. No estoy perdida como una gota en el océano, sino que tengo historia, soy... y eso es algo que muchos, con la locura del asesinato, del tipo que sea, no pueden decir todos los días.

¿Por qué escribo todo esto? Supongo que es consecuencia de la cefalea que me ha pegado recientemente dejándome una vez más la certeza de que no puedo con todo y que soy de piel, grasa, musculos y huesos, como todo el mundo. Quizá ése sea el mayor de los milagros.

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