Los futboleros saben que el título proviene del himno del Liverpool. Y lo cierto es que me parece interesante hablar de ello. Porque cuando se camina, todo el mundo sabe, que si lo haces acompañado puede llegar más lejos sin darte cuenta. Ahora que el peque empieza a andar, me doy cuenta de lo importante que es tener a alguien que te ayude, que te sostenga. Los bebes necesitan a alguien que le coja de las axilas, que les haga sentir seguros. Se van agarrando a las mesas, a los sofas, a los taburetes. Se caen a menudo si lo intentan solos. Y se cansan muy pronto por lo que hay que estar pendientes de si quieren sentarse o no. Lo importante no son las veces que se caiga, sino los numerosos intentos de levantarse. Cuando crezcan, correran y decidirán si quieren escalar una montaña o dedicarse a ir de compras. Lo mismo dá, usarán las piernas en ambos modos. Los adultos también tenemos que aprender a caminar acompañados. Cuando éramos sólo amigos, mi marido y yo andábamos juntos pero separados. Cuando fuimos novios, nos encantaba andar abrazados, por lo que yo me ponía a su izquierda y el me rodeaba los hombros con su brazo. Yo le cogía la cintura y así podíamos estar horas recorriendo las calles de Madrid. Nos acostumbramos tanto a esa forma de caminar que si estaba a su derecha, parecía que había algo que no iba bien, que chirriaba. Ahora con el cochecito de Dani, si vamos los tres, suele llevarlo él y yo voy moviéndome dependiendo de dónde esté el sol. Nos adaptamos a las circunstancias, a las diferentes etapas de la vida. Lo importante es no andar solo. Aunque no lo parezca, siempre caminamos acompañados. Están las personas que nos quieren o que nos han querido. Personas que caminaron con nosotros y que, o bien se distanciaron, o bien acabaron su misión en la tierra, pero que siguen estando en nuestro corazón. Nunca caminamos solos.
jueves, 13 de marzo de 2008
You'll never walk alone
Los futboleros saben que el título proviene del himno del Liverpool. Y lo cierto es que me parece interesante hablar de ello. Porque cuando se camina, todo el mundo sabe, que si lo haces acompañado puede llegar más lejos sin darte cuenta. Ahora que el peque empieza a andar, me doy cuenta de lo importante que es tener a alguien que te ayude, que te sostenga. Los bebes necesitan a alguien que le coja de las axilas, que les haga sentir seguros. Se van agarrando a las mesas, a los sofas, a los taburetes. Se caen a menudo si lo intentan solos. Y se cansan muy pronto por lo que hay que estar pendientes de si quieren sentarse o no. Lo importante no son las veces que se caiga, sino los numerosos intentos de levantarse. Cuando crezcan, correran y decidirán si quieren escalar una montaña o dedicarse a ir de compras. Lo mismo dá, usarán las piernas en ambos modos. Los adultos también tenemos que aprender a caminar acompañados. Cuando éramos sólo amigos, mi marido y yo andábamos juntos pero separados. Cuando fuimos novios, nos encantaba andar abrazados, por lo que yo me ponía a su izquierda y el me rodeaba los hombros con su brazo. Yo le cogía la cintura y así podíamos estar horas recorriendo las calles de Madrid. Nos acostumbramos tanto a esa forma de caminar que si estaba a su derecha, parecía que había algo que no iba bien, que chirriaba. Ahora con el cochecito de Dani, si vamos los tres, suele llevarlo él y yo voy moviéndome dependiendo de dónde esté el sol. Nos adaptamos a las circunstancias, a las diferentes etapas de la vida. Lo importante es no andar solo. Aunque no lo parezca, siempre caminamos acompañados. Están las personas que nos quieren o que nos han querido. Personas que caminaron con nosotros y que, o bien se distanciaron, o bien acabaron su misión en la tierra, pero que siguen estando en nuestro corazón. Nunca caminamos solos.
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