miércoles, 22 de junio de 2011

Paz Interior

Ayer fui a ver "Kung Fu Panda 2" y la verdad es que me daba un poco de miedo. Las últimas películas de dibujos animados que he visto en el cine han sido, digámoslo así, bastante decepcionantes. Si alguien ha visto "Rango" entenderá a lo que me refiero. El peque tenía tantas ganas de ir al cine, que al final aposté por Po, el guerrero del dragón. Y eso que era segunda parte de una película con la que me he reído mucho, lo que suele ser otro motivo para que no me guste demasiado. Me pasó con Toy Story 2, Shrek 2, con Aladdin 2 y con las numerosas segundas partes con las que la factoría Disney se ha hecho un sitio más que importante en el salón. No, la de Kung Fu Panda no es de Disney, sino de Dreamworks, la productora de Steven Spielberg. Me aventuré al cine, con cierto temor a dormirme, aunque yendo con mi hijo, dos de mis sobrinas y mi tía, era complicado que me durmiera. En el cine creo que éramos, como mucho, 12 adultos. Los demás eran niños cuya paciencia era todavía un brote verde. Anuncios y más anuncios y por fin la película. Me gustó, esa es la verdad. Película sencilla, entretenida y con contenido. De las que conectan con nuestro niño interior y nos hace soñar con que las cosas se pueden solucionar. Un panda haciéndose las preguntas trascendentales de la vida. ¿Quién soy? Parecía claro que un panda no puede ser el hijo de un ganso. Pero en dibujos animados, ya se sabe, todo es posible. Un panda que en la primera película había descubierto el poder de la fe en uno mismo, que en esta vida no hay ingrediente secreto, porque para hacer algo especial sólo es necesario creer que lo es. El guerrero del dragón sólo podía aparecer cuando se aceptara a si mísmo y pusiera todas sus potencias al servicio de lo que quería hacer, porque sólo si crees que lo conseguirás, y te esfuerzas en ello, podrás llegar a lo que buscas. Sí, ya sé que la vida real tiene matices y que por mucho que una quiera y por más que pase por el quirófano nunca se parecerá a la famosa de turno. Pero, es que no se trata de eso, se trata de ser uno mismo, de ver lo que hacemos bien y lo que hacemos mal, o creemos que hacemos mal, y sacar enseñanzas de ambas cosas. Porque de los éxitos se aprende; pero de los fracasos se aprende mucho más. Hace poco escuché a una persona diciendo que no se debería contratar a los alumnos que siempre sacan sobresaliente. ¿Por qué? Porque si no saben lo que es fracasar, si no saben lo que es suspender en algo ¿cómo afrontarán una crisis vital? Se hundirán, porque no sabrán reaccionar. Como dicen en el libro de Si tú me dices ven, lo dejo todo... pero dime ven quien no se pierde de pequeño, se perderá de mayor.

Deja el pasado atrás y disfruta el presente

En la película, Po no hace lo que se llama "Hakuna Matata" en plan pasota, sino que se enfrenta a su pasado desconocido y descubre quién es en el presente. A veces tenemos miedo a mirar el pasado, lo vamos metiendo en un cuarto oscuro de la mente en el cual no entramos. Parece que lo que nos hace humanos no merece la pena y tenemos que sacar a airear eso que creemos que son nuestras medallas, nuestros méritos. Nos avergonzamos de lo que somos. ¿No? ¿Por qué se pintan las mujeres? ¿Acaso no es para disimular esas arrugas que da la experiencia de la vida o para aparentar esa edad que creemos interesante? ¿Por qué nos gusta tanto ver programas de cotilleo, de vidas ajenas pasándolo mal? Para ponernos quizá la toga de jueces y olvidarnos de nuestras propias miserias, esas que todos tenemos y que a más de uno hacen enfermar. El pasado nos da experiencia y esa experiencia es muy importante. Que se lo pregunten a los que empiezan a hacer su curriculum para buscar trabajo si la experiencia es o no es importante. Quizá lo que no nos dice nadie es que la experiencia es variopinta, es la muestra de cómo nos enfrentamos a los retos de la vida. ¿Quién es mejor un director general o un repartidor de pizza? ¿Quién lo sabe? ¿Se puede juzgar el valor de una persona por un sueldo o por un cargo? Conozco a personas increíbles que nunca serán millonarios ni saldrán en los medios. Como decía en el último post, el valor de una persona lo da ser persona, lo demás es circunstancial. Este mundo necesita tanto a repartidores de pizza que hagan bien su trabajo como a directores generales honrados, que sean capaces de mirar a los ojos a sus empleados.

Disfruta el presente. Con lo bueno y con lo malo, con lo que te toca vivir. Es muy importante. De tu actitud, no sólo de tu aptitud, dependerá que seas feliz en lo que tienes que hacer. Ése es el camino de la paz interior. Si estamos en este mundo es para hacer algo, y si no lo hacemos, nadie más lo hará. No se trata de estar siempre de acuerdo con los demás, o de dejarse llevar por el sol que más calienta. Sí, a los pioneros se los suelen comer las fieras, pero sin ellos no sabríamos de la existencia de otros continentes, de otras culturas. Disfruta el presente. Es el tiempo con el que cuentas. Si en el pasado tropezaste, enhorabuena, ya sabes cómo debes caer para no hacerte daño. Recuerdo que en mis años de estudiante de Judo, nos enseñaron la importancia de caer bien. Antes de hacer una llave, o de ir más allá en la enseñanza de las artes marciales, te enseñan a caer. Porque lo importante no es tropezar, sino saber cómo caer y poder levantarte. Disfruta el presente. Nadie te asegura el futuro. Disfruta de esa sonrisa del niño travieso comiéndose un helado, disfruta de un trayecto aunque tengas un atasco por delante. Puedes llenar de sentido las cosas más grandes de la vida y las cosas más pequeñas, lo que te toca a hacer, lo que puedes aportar.

¿No puedes disfrutar? Busca tu paz interior y disfrutarás

Puede que más de uno piense que lo que digo es casi más empalagoso que un algodón de azucar, algo más ñoño que una película de dibujos. Hace falta tiempo para estar con uno mismo. La compañía de la familia está muy bien; pero hay que pasar tiempo con uno mismo, para ver lo que ha pasado en la historia personal, saber quién soy y estar bien en nuestra piel. Lo que pasa fuera es secundario si no cuidamos lo que llevamos dentro. Si hacemos silencio en nuestro interior, poco a poco veremos lo que ha ocurrido y podremos ser capaces de aprender, de valorar esa experiencia que nadie más nos va a aportar. Y sólo en ese silencio encontraremos la paz interior. No se trata de levitar, sino de mirar, tal cual es, nuestra existencia, sin miedo. Dependiendo de la mirada que usemos con nosotros así miraremos a los demás. Sólo mirando a nosotros, viendo nuestra vida, entenderemos y valoraremos a los demás. Eso es lo que le pasa a Po en la película de ayer. Que recomiendo verla y mirarla con los ojos de los niños y de los adultos.

2 comentarios:

vVvanessavVv dijo...

He estado leyéndole. Es muy interesante lo que escribe. Por eso le sigo desde hoy, con mucho respeto!

Acerca de la peli, me parece que últimamente las productoras están haciendo animados más avanzados, de temas existenciales complicados, pero en función a un público general.
Me pensaría mucho en llevar a un sobrino o un hijo a ver Rango o Up porque en ambas películas los protagonistas deben salir de sus casas a "buscar la felicidad", lo cual puede ser contraproducente en la mente de un niño.
Saludos desde Panamá.

Ultreiacris dijo...

Hola VdeKaram,

Muchas gracias por seguirme. Efectivamente, las productoras de cine están dando importancia a los valores, sobre todo en las películas de los niños. Rango no me gustó nada, sin embargo Up! creo que es una de las mejores películas de Disney. No es por salir de sus casas para buscar la felicidad sino porque representa el valor de perseguir los sueños, de darse a los demás, de escuchar y de ver a los otros como personas, aprendiendo unos de los otros. La mente de los niños, si les orientamos cabalmente, puede formarse en lo positivo de valores como el esfuerzo, la búsqueda de la sana felicidad, la perseverancia, la humildad o el sacrificio.
Saludos desde España