Algunas recetas, sobre todo las que triunfan, suelen contener un ingrediente que sólo quien cocina lo sabe. Hace tiempo se hablaba de la fórmula secreta de la coca-cola. Le daba cierto halo de misterio que, quizá, volvía más atrayente a la bebida más publicitada del mundo. No le hacía falta; pero es un plus de publicidad que nunca viene mal. Y menos en los comienzos, que es cuando se forjó la leyenda de la fórmula secreta. ¿Por qué nos atrae lo secreto? Por nuestra naturaleza curiosa y porque lo secreto da poder, nos pone en otro plano. Secretos, contraseñas, son signo de posesión de una información de la que somos dueños y que decidimos quien conoce, quien lo merece y quien no. Crea un vínculo grupal que en nuestra sociedad diferencia. Como las sociedades secretas que tanto nos venden las películas de Hollywood. Detalles ocultos que sólo los iniciados pueden descubrir y que facilitan una serie de privilegios, que el resto de los mortales no puede ni soñar. Lo de meter las narices en donde no podemos es el sueño de más de uno. No sólo en plan C.S.I., sino también en plan saber dónde se van nuestros impuestos, los fondos reservados, o qué ha pasado con tanto dinero en plan egipcio antiguo, de ese que se recibe con la mano abierta por delante, y por detrás. Poder ver los entresijos de este tinglado que es la "sociedad del bienestar", aunque me dá en la nariz que ni al bienestar le salen las cuentas. Porque en el "Debe haber" ya cada vez queda menos, es como el valor, se supone; pero cada vez queda menos.
Vuelvo a lo secreto y el interés que despierta en los seres humanos. Basta que un juez declare secreto un sumario para que los periodistas se pongan a indagar con doble empeño tirando de fuentes para enterarse de los detalles más escabrosos de los casos de actualidad. ¿Cuánto pagaría un medio por descubrir la fecha de la firma del futbolista de turno que es el "prota" del culebrón del verano? Porque todos los veranos hay un fichaje que se alarga... normal, sin liga hay que seguir teniendo noticias que dar, aunque sean un tanto cuestionable su interés. Supongo que bajamos el listón en tiempo de vacaciones. El marujeo en la playa con los vecinos, despotricando contra el gobierno (es muy recurrido y actualmente dan mucho de qué hablar), hablando de los precios, de lo que se va a hacer de comida, de los kilos de mas y las arrugas de algunos conocidos... sólo de pensarlo, a mi me dá dolor de cabeza. No me gusta demasiado ese "deporte nacional". Además, siempre pasa lo mismo, los que quieren arreglar el país, luego siguen votando a los que tanto critican, porque se siguen creyendo la bazofia de la derecha-izquierda, cuando es una patraña, porque ya no existe ni la una ni la otra. Es un secreto a voces que muchos siguen sin oír. Cada uno va a lo suyo, no representan intereses de clases, de profesiones... no... no quiero hablar de política hoy.
El ingrediente secreto. Seguro que no soy la única que se pone a cocinar un plato que ha comido un montón de veces en casa de mi madre y no me sabe igual. Reviso la receta y no, todo es igual; pero el sabor no es el mismo. Entonces caigo. Falta el ingrediente secreto de las madres. No es que lleve más tiempo que yo cocinando, que también. Lo que me ha faltado es el amor de las pequeñas cosas. Ese saber los gustos de cada uno, picando mucho la cebolla para que no se descubra al masticar, pero que sepa... poniéndole jamon de york en vez de bacon porque sabe que no gusta, pasando las verduras por la batidora porque así se come mejor... esos truquillos de madre que cuando eres hija casi ni valoras... pero cuando te vas de casa, descubres y piensas "leches, lo que me ha cuidado mi madre y yo sin darme cuenta". Mis hermanas decían que mi madre conmigo no se podía ir de vacaciones. ¿Por qué? Porque siempre me ponía mala. Que si un resfriado fuerte, que si un dolor de tripa... el caso es que se iban de vacaciones mis padres y me quedaba en casa ... "mamitis aguditis" al canto. Ahora no me pasa. Se han cambiado los papeles y tengo a un pequeñajo que requiere de mis cuidados.
El ingrediente secreto existe en cualquier actividad, no sólo en la cocina. También en nosotros mismos. Es lo que nos diferencia a los ganadores de los perdedores. Algunos lo llaman "autoestima". No hay nada mejor que alguien confíe en nosotros para crecernos. Al menos a mi me pasa. Cuando me enfrento a un nuevo proyecto, me cuesta, me asaltan los miedos. Pero siempre tengo mi "árbol de los triunfos" y "mis columnas". El arbol de los triunfos son las cosas que jamás pensé conseguir y que sin embargo conseguí. Mis columnas son las personas que me quieren. ¿Un ejemplo? La cara de mis padres cuando les regalé mi primer libro. Ellos sabían que escribo pero no que ya había publicado. Su cara de sorpresa, su emoción, es uno de los recuerdos colgados en mi árbol, uno de sus frutos más preciados y si algo me cuesta, cierro los ojos y vuelvo a ese instante. Me da fuerza. Al igual que cuando físicamente no puedo ni con mi alma, si Dani me llama, saco fuerzas de flaqueza y lo consigo atender. Estoy haciendo acopio de todos esos detalles, son el ingrediente secreto de mi vida para enfrentarme a los retos y a las dificultades venideras. Cuando vuelva al curro y me tope con clientes que no quiero encontrarme, o situaciones que no me gusten, podré agarrarme a ellos y ponerme en plan "I will survive".
El ingrediente secreto está en ti. Sólo tienes que descubrirlo. Creo que todos tenemos a alguien que nos lo hace ver si no lo conseguimos por nosotros mismos. Que nos quiere tal cual, que confía en nosotros, que sabe el diamante en bruto que hay en nuestro interior. Hay que buscarlo, porque de eso depende que nuestra vida sea algo o pase en plan maceta.
1 comentario:
Hola Luisa:D
Comentario largo pero veraz y muy optimista. Es cierto, no hay nada como saber que Dios nos ama tal cual somos. Cuesta creérselo, pero es verdad.
Y con los peques igual. Creo que no hay nada peor que los chantajes emocionales, dando importancia a lo que realmente no la tiene. En mi caso intento fomentar en Dani que descubra el mundo, dejándole libre, aunque estemos muy cerca por si acaso. Desde pequeñito estamos intentando educarlo en la confianza, en el respeto y creo que cuando sea mayor veremos el resultado. Es una receta que dura toda su vida.
Besotes
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