jueves, 22 de noviembre de 2012

Acción de gracias

Hoy es el día de Acción de Gracias. Una tradición americana que sin embargo no ha cruzado el charco como otras al estilo Halloween. Y la verdad es que es una fiesta bonita. Un día dedicado a algo más que a comer pavo y puré de manzana. Es un día que se dedica a recordar motivos por los que dar gracias. Y todos tenemos motivos para hacerlo. Desde el hecho de estar vivos, algo que no depende de nosotros, es bueno dar gracias. No como una cantinela más al estilo el gracias que se dice entre dientes cuando te sirven en un restaurante; sino ser conscientes de lo que estás diciendo. Dar gracias es reconocer que no podemos hacerlo todo solos y que, además, contamos con personas que están a nuestro lado, ayudándonos. Que se preocupan por nosotros y que nos aceptan seamos como seamos.

Es un día familiar, donde se olvidan rencillas. Sí, eso es complicado. Porque, y creo que hay más de un estudio sobre ello, los problemas que suele tener una familia afloran en momentos de descanso: vacaciones, reuniones familiares, fiestas, comidas ... es decir compartiendo tiempo, aunque sea alrededor de una mesa. Por ello, es curioso que se celebre Acción de Gracias con una reunión familiar. ¿Será acaso para recordar primero que hay que dar las gracias por aquello que damos por supuesto, por lo que tenemos habitualmente? Porque dar gracias por algo especial es sencillo, estamos educados para ello, cuando celebramos nuestro cumpleaños o hemos recibido un regalo. Pero, dar gracias por lo que se nos entrega gratuitamente... eso nos cuesta mas. Algo como dar gracias, pedir las cosas por favor, pedir perdón cuando nos hemos equivocado. Esas cosas se dan tan por supuestas, que se han perdido en el olvido de la sociedad donde todos nos creemos con derecho a todo pero con pocas obligaciones y donde nuestras acciones pierden la responsabilidad, las consecuencias evidentes. A veces más que pedir, exigimos y ahí comienzan los problemas. Dejamos de ser un poco personas para convertirnos en tiranos que hacen cualquier cosa por sus caprichos o por sus antojos. Y eso, no está bien.

Es bueno dar gracias por las cosas pequeñas, porque lo importante de la vida no lo conseguimos por nosotros mismos sino que se nos da. No somos tan estupendos... ni tan diablos. Las personas tenemos cosas buenas y cosas malas. No pasa nada. Es la pura realidad. Caminamos un trecho juntos; pero cada uno a su paso y con sus circunstancias. ¿Qué es mejor, echar en cara cuando no estás o dar las gracias por una presencia? Porque es algo que nos ocurre a menudo. Reprochamos que alguien se olvide de una llamada, de una fecha y sin embargo, no valoramos cuando se hace. Vemos una ausencia; pero no disfrutamos de una presencia. Lo queremos todo para ayer, o cuando decidimos... y no es así, los demás no están a nuestra disposición, sino que se van cruzando caminos. Las prioridades cambian y debe respetarse una decisión de otro aunque vayan en contra de nuestros planes. Desde amistades a familia, parece que siempre tenemos que responder a los planes de otros y no siempre van acordes con nuestra forma de vivir o de pensar. Podemos, dejarnos llevar y vivir como quieren otros, o tomar las riendas y decidir por uno mismo aunque nos llamen antisociales o poco sociables. Tengamos claro que los que deciden quienes juegan en nuestro equipo, somos nosotros mismos y eso no es ser egoista, sino decidir vivir de verdad siendo nosotros. Es complicado llegar al equilibrio, pero merece la pena porque se disfruta mucho más.
Demos gracias, por lo que creemos que debemos hacerlo y por lo que a veces no valoramos, por ese pequeño gesto que hacemos sin importancia. Si hay algo de lo que podemos aprender de otros países ¿Por qué no hacerlo? ¿Por qué encerrarnos en nuestras fronteras si hay tradiciones que merecen la pena tomar en cuenta?

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