Hoy es el día de Acción de Gracias. Una tradición americana que sin
embargo no ha cruzado el charco como otras al estilo Halloween. Y la
verdad es que es una fiesta bonita. Un día dedicado a algo más que a
comer pavo y puré de manzana. Es un día que se dedica a recordar motivos
por los que dar gracias. Y todos tenemos motivos para hacerlo. Desde el
hecho de estar vivos, algo que no depende de nosotros, es bueno dar
gracias. No como una cantinela más al estilo el gracias que se dice
entre dientes cuando te sirven en un restaurante; sino ser conscientes
de lo que estás diciendo. Dar gracias es reconocer que no podemos
hacerlo todo solos y que, además, contamos con personas que están a
nuestro lado, ayudándonos. Que se preocupan por nosotros y que nos
aceptan seamos como seamos.
Es un día familiar, donde se
olvidan rencillas. Sí, eso es complicado. Porque, y creo que hay más de
un estudio sobre ello, los problemas que suele tener una familia afloran
en momentos de descanso: vacaciones, reuniones familiares, fiestas,
comidas ... es decir compartiendo tiempo, aunque sea alrededor de una
mesa. Por ello, es curioso que se celebre Acción de Gracias con una
reunión familiar. ¿Será acaso para recordar primero que hay que dar las
gracias por aquello que damos por supuesto, por lo que tenemos
habitualmente? Porque dar gracias por algo especial es sencillo, estamos
educados para ello, cuando celebramos nuestro cumpleaños o hemos
recibido un regalo. Pero, dar gracias por lo que se nos entrega
gratuitamente... eso nos cuesta mas. Algo como dar gracias, pedir las
cosas por favor, pedir perdón cuando nos hemos equivocado. Esas cosas se
dan tan por supuestas, que se han perdido en el olvido de la sociedad
donde todos nos creemos con derecho a todo pero con pocas obligaciones y
donde nuestras acciones pierden la responsabilidad, las consecuencias
evidentes. A veces más que pedir, exigimos y ahí comienzan los
problemas. Dejamos de ser un poco personas para convertirnos en tiranos
que hacen cualquier cosa por sus caprichos o por sus antojos. Y eso, no
está bien.
Es bueno dar gracias por las cosas pequeñas, porque
lo importante de la vida no lo conseguimos por nosotros mismos sino que
se nos da. No somos tan estupendos... ni tan diablos. Las personas
tenemos cosas buenas y cosas malas. No pasa nada. Es la pura realidad.
Caminamos un trecho juntos; pero cada uno a su paso y con sus
circunstancias. ¿Qué es mejor, echar en cara cuando no estás o dar las
gracias por una presencia? Porque es algo que nos ocurre a menudo.
Reprochamos que alguien se olvide de una llamada, de una fecha y sin
embargo, no valoramos cuando se hace. Vemos una ausencia; pero no
disfrutamos de una presencia. Lo queremos todo para ayer, o cuando
decidimos... y no es así, los demás no están a nuestra disposición, sino
que se van cruzando caminos. Las prioridades cambian y debe respetarse
una decisión de otro aunque vayan en contra de nuestros planes. Desde
amistades a familia, parece que siempre tenemos que responder a los
planes de otros y no siempre van acordes con nuestra forma de vivir o de
pensar. Podemos, dejarnos llevar y vivir como quieren otros, o tomar
las riendas y decidir por uno mismo aunque nos llamen antisociales o
poco sociables. Tengamos claro que los que deciden quienes juegan en
nuestro equipo, somos nosotros mismos y eso no es ser egoista, sino
decidir vivir de verdad siendo nosotros. Es complicado llegar al
equilibrio, pero merece la pena porque se disfruta mucho más.
Demos
gracias, por lo que creemos que debemos hacerlo y por lo que a veces no
valoramos, por ese pequeño gesto que hacemos sin importancia. Si hay
algo de lo que podemos aprender de otros países ¿Por qué no hacerlo?
¿Por qué encerrarnos en nuestras fronteras si hay tradiciones que
merecen la pena tomar en cuenta?
No hay comentarios:
Publicar un comentario